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lunes, 17 de enero de 2011

De ciencia ficción

      Esta mañana, tomando el desayuno, me he dado cuenta.
      Soy aficionada a la literatura de ciencia ficción, sobre todo porque me apasionan los estudios sociológicos que en ella se ensayan. He recordado especialmente a Trantor, planeta capital de un imperio intergaláctico, condenado  a la extinción porque su evolución se ha quedado estancada, sus avances tecnológicos detenidos y sus investigaciones científicas… bueno, ya no saben que es eso de investigar. Y he pensado en nosotros, y en que desde los años sesenta ya no se hacen investigaciones que no vayan a resultar económicamente rentables. Todo aquello que pudiera ser rentable para la humanidad ya no interesa, es más, si le interesa a la humanidad es que es económicamente contraproducente. Por ejemplo, ya no se buscan curas para las enfermedades, sólo paliativos, cuanto más caros mejor, y a poder ser para toda la vida. Es más rentable mantenernos enfermos durante muchos años que curarnos.

      Esta mañana, tomando el desayuno, me he  dado cuenta de que estamos viviendo una realidad de ciencia ficción, ¡Qué emoción! Una parecida a la del Incal de Jorodowski o a la de un extraño planeta visitado por Stuff, donde todos los actos están encaminados a ver aumentar los dígitos de unas cuentas bancarias. Todo lo que hacemos durante las veinticuatro horas del día viene dictado por este maestro de orquesta: aumentar los beneficios de alguien. Totalmente rodeados de objetos con su obsolescencia programada, absolutamente necesarios para todas las tareas de nuestro día a día, nuestra alimentación, nuestra salud, nuestro trabajo, nuestro descanso, nuestro ocio, nuestras emociones, relaciones o pensamientos, nada escapa a la rentabilidad. Y ya no estamos hablando de que genere riquezas, posesiones, oro o papel moneda, no, ahora son simplemente cifras, números, dígitos informáticos más bien, y todo se hace o se descarta en base a esto. Ya no importan las vidas humanas, se mofan del reino animal y del reino vegetal, se cagan en el mismo soporte donde todo esto existe: LA TIERRA.
     
No se, o son absolutamente inconscientes, o absolutamente estúpidos o están terraformando Europa, una luna de Júpiter, para emigrar cuando todo se derrumbe, cargados de sus dígitos informáticos para hacerles compañía.

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