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jueves, 16 de diciembre de 2010

Entre la fe y la ciencia

       Tengo fe. Sí, soy una de esas personas que cree que hay algo, potencialmente bueno, que escapa a nuestra comprensión, llámale equis, comúnmente conocido como Dios, Yaveh,  Alah, Vishnú, Ptah, El Ser o de otras mil maneras distintas.
      Recibí una educación atea, pragmática, donde la fe era de cobardes y sólo se podía saber o no saber. Sabemos que la tierra es redonda, que el Sol asoma y se esconde por nuestro horizonte una vez al día, que dependemos de él, del agua y de toda la Naturaleza, y que sólo lo que es comprobable científicamente es real. La verdad, les estoy agradecida a mis padres por esta visión que me permitió lanzarme a la búsqueda de respuestas con la mente razonablemente limpia.
      Buscando buscando acabé encontrando la fe, pero esa historia tal vez la cuente otro día. A día de hoy, lo que me parece realmente curioso es que las personas que confían en que la ciencia aporta certezas, y que se aferran a ellas como única verdad no se dan cuenta del gran acto de fe que realizan a cada segundo. Conozco a los pragmáticos, a los ateos y descreídos, porque yo fui uno de ellos y por eso sé que creen que todo aquello que ha sido demostrado por el método científico es cierto, real y verdadero.
      El método científico se basa en dos premisas: Que cualquier persona en cualquier lugar pueda repetir un determinado experimento y obtener idénticos resultados, y que cualquier resultado puede ser falsado (desmentido) por nuevos resultados de nuevos experimentos. Es decir, que tras todo postulado científico habría que añadir “hasta que se demuestre lo contrario”
      Hace poco leí un cuento científico-navideño que me viene que ni al pelo:
·                     Erase una vez un pavo científico que fue llevado a una granja. Desde el primer día el pavo se percató de que el hombre salía de la casa entre las diez y las once de la mañana con un cubo y le daba de comer. Este pavo era muy científico, y por eso tomó nota meticulosamente de este hecho, y al cabo de trescientos días durante los cuales se repitió sin falta este ritual, dijo: hoy será el día en que haré mi postulado científico. Si el hombre sale de la casa entre las diez y las once de la mañana con un cubo es que me va a dar de comer. Efectivamente el hombre salió de su casa con el cubo y se acercó al pavo, dejó el cubo en el suelo, le retorció el cuello y lo metió en el cubo para preparar la cena de navidad.
      ¿Se comprende ahora lo que quiero decir? Todo postulado científico es sensible de ser desmentido, es decir, que las verdades a las que nos aferramos como bases de la existencia, nunca serán verdades del todo, pues siempre estarán expuestas a que alguien, en algún momento, las desmienta.
      De este modo ¿Quién tiene más fe, un ateo o yo?, si alguien me lo pregunta diré que yo, claro, porque también creo en las verdades de la ciencia (por creer que no quede). De hecho me fascina bastante la ciencia, y desde mi pobre ignorancia he intentado asomarme al mayor enigma científico de los últimos ochenta años, el enigma cuántico, y si a alguien le interesa, estas son mis conclusiones.

      Por toda una serie de complejos experimentos y extraños resultados, la teoría cuántica dice que hay dos características en lo que refiere a los átomos, y por ende a todo el universo, que no pueden darse a la vez, a saber: la realidad y la separabilidad.
      La definición de realidad a efectos de la teoría cuántica es, más o menos, que todo existe aunque no lo miremos, o sea, que la luna estaba ahí antes de que nadie la viera, o más bien, que el universo existió antes de que nosotros nos diéramos cuenta de ello.
      La de separabilidad es más o menos que un objeto no puede incidir en otro a menos que sea con alguna de las fuerzas de la física: luz, magnetismo, electricidad, presión etc. (si quieres mover una canica le das con el dedo, le soplas, tumbas la mesa donde está o algo por el estilo, pero no te concentras para moverla con el pensamiento).
      Todo esto viene a decir que O las cosas sólo empiezan a existir desde el momento en que una conciencia las detecta (y en ese instante se crea también todo su pasado) O  todo está conectado de una manera que no podemos comprender (aun) y que un objeto puede incidir instantáneamente (más rápido que la luz) en otro de manera fantasmal (como dijo Einstein al respecto).
      Ya sea por un complejo de humildad o porque Copérnico me convenció de que no somos el centro del universo, me quedo con la segunda opción.
      Si alguien me pregunta cuál es mi postura sobre el enigma cuántico diré que no creo que el ser humano lo creara todo, y que veo más factible que todas las partículas del universo están conectadas de una manera que no podemos entender (aun).
Ea, que a gusto me quedao!

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