Tiene 83 años, fuma y sólo come fruta, aunque la cerveza y el güisqui casero no le caen mal de vez en cuando. Es el encargado del monasterio de Khachuperi, que se derrumbó hace unos años por un terremoto y ahora lo están reconstruyendo. El Lama Pala no descansa un momento desde que se levanta, a las 4 de la mañana, hasta que se va a dormir a eso de las 9 de la noche. Cada mañana y cada tarde hace meditación y yoga en la habitación de meditación, una casita de madera pintada de azul que hace las veces de templo mientras se termina el nuevo monasterio. Está decorada con varias imágenes de terroríficas deidades, fotos de un joven Rimponché en su séptima reencarnación, lucecitas de navidad, cuencos de agua clara y un montón de artilugios extraños que no se si son instrumentos de música u ofrendas a Lord Bhuda. Pala te invita a meditar con él a las cinco de la mañana (que no se si irá alguien) y a las siete de las tarde. Después de realizar sus ritos y aturdidores cantos comienza la sesión de ejercicios. Sentado en suelo con las piernas separadas, levanta los brazos y sin ayudarse de las manos cruza sus
También nos explicó que las últimas dos veces nació en Sikkim pero que la próxima seria en Nepal. Además nos aseguró que veríamos con nuestros propios ojos como el Dalai Lama, que es muy poderoso, echaba a los chinos del Tibet, cosa que en un principio dudé pero después de comprobar como su predicción de las personas y nacionalidades que iban a llegar al día siguiente fue acertada, me lo empiezo a creer un poco. Decenas de veces le di las gracias por sus lecciones, frutas y dulces que daba sin reserva, pero siento que no fueron suficientes.
Gracias Pala, por tu presencia e inspiración.
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