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jueves, 13 de agosto de 2009

El poblado


      Desiree, Hugo y Pedro se fueron a bajar en cajak por el río, a mi no me apetecía, así que me he alquilado una moto con la intención de visitar unos poblados que hay hacia el norte. Con mi mapita y mi mochilita he enfilado hacia mi destino con toda decisión, hasta que, viendo que nada coincidía con el mapa, me he puesto a razonar: “el sol sale por el este, mi sombra queda a mi izquierda… oh,oh… voy en dirección contraria!! Bueno ¡¡Veamos que me depara la suerte!!“ Y he continuado tan pancha, aunque fuera una zona que ya recorrimos anteayer.


   Una de las veces que me he parado para comprobar el plano, he visto un caminito que no estaba escrito, “humm“, me he dicho, “probemos por aquí“. Enseguida he llegado a una aldea donde he tomado un refresco (caliente) rodeada de niños, y donde dos jóvenes se han apoderado del libro Ingles-Lao, a mi parecer, para demostrarles a sus vecinos que sabían leer. Al final de las casitas he comprobado que continuaba el sendero, “¿a ver? ¿Que hay por aquí?” La pobre moto ha sufrido con mi decisión, el camino subía y subía por un tiovivo de curvas hasta lo alto de una montaña y luego bajaba y bajaba. He encontrado la zona de tala con los hombres trabajando y casi me encallo en el barro, me ha dado un poco de miedo y he pensado en volver, pero una vocecita me ha dicho, “¡sigue! ¡sigue!”, y he seguido.
   Pero al ratito, cuando me he parado a fumar: “uff! la pendiente se está pronunciando y unos nubarrones negros están cerrando el cielo, de todas formas seguro que esta carretera no lleva a ninguna parte, mejor me vuelvo“, y de repente aparece una moto y me pasa. “Vale ,vale, me acabo el cigarro y voy“. Pero a los dos minutos he visto un rayo a lo lejos, “me voy a mojar y volver por estos caminos con el suelo mojado tiene que ser muy peligroso, mejor me vuelvo“. Y otra moto que me pasa, ¡¡en medio de la nada!! “¡VALE! ¡VALE! ¡¡YA VOY!!” Después de dos curvas más ha aparecido otro poblado. “Jo, pues si que estaba cerca”.


   La gente me ha saludado sonriente mientras lo cruzaba y enseguida se ha terminado, es una aldea muy pequeña, y he ido a parar al río, como siempre, lleno de críos. El camino continuaba al otro lado y por puente tenían unos troncos allí tirados. Me he entendido muy bien con los niños, “cruza por el puente” me han dicho por señas, “¿por aquí?, no, no, no” y les he hecho un gesto de miedo. Como hacia mucho calor me he metido en el río que no me cubría mas de las rodillas y entonces han comenzado a saltar y a meterse por un sendero al otro lado del río, “ven, ven” y he ido, para aparecer al otro lado del puente y admirar sus sonrisas satisfechas de trabajo cumplido. he sacado la cámara y les he enseñado a hacer fotos. Me han sorprendido por su respeto, evidentemente todos querían hacer fotos pero no se han puesto a tirar de cámara como locos sino que cuando uno quería hacer una foto se lo decía al que tenia el aparato y éste me la devolvía para que fuera yo misma quien se la diera. “Guarda la cámara y vamos cerca de la moto” me han indicado, y yo sin poder parar de sonreír he obedecido. Cuando iba a cruzar el puente se me han acercado dos niños corriendo para cogerme uno de cada mano porque antes les había dicho que me daba miedo, y así hemos pasado, me han entrado ganas de llorar. Hemos disfrutado un buen rato jugando en el río, riendo y haciendo fotos. Como uno de ellos tenia verdaderas dotes de fotógrafo, le he confiado la cámara, ¡si hubierais visto su cara de emoción! No paraba de juntar las palmas y dar las gracias, y cuando se las daba yo, de todo corazón por la experiencia que me estaban regalando, les daba la risa. Al final las niñas, más tímidas que los chicos, han ido tomando confianza y se han acercado también. Se me ha hecho la hora de comer y cuando les he preguntado si podría comer en el pueblo me ha dicho que si, así que para allá hemos ido todos.


   A la entrada del pueblo ha salido un abuelito a recibirme que hablaba un poco de ingles, “tengo un libro escrito por mi ¿quieres verlo?”, “¡claro!”, le he dicho, me ha llevado a una casa donde parece ser que hacían comidas, le ha explicado a la señora de la casa que quería comer algo y se ha dio corriendo a por su libro. Los dos huevos revueltos con mas sabor que recuerdo, un arroz blanco “de la casa” o del campo de detrás de la casa más bien, sin cribar y con trozos de cáscara y un buen té, me han sabido a gloria rodeada de todos los habitantes de la aldea. Me he dejado observar por su curiosidad pacientemente, “mas rara les pareces tú a ellos que ellos a ti”, he pensado, mientras miraba de reojo sus ropas y abalorios. Al fin ha aparecido el anciano con su libro. El papel fabricado por él parecía seda, y la bella escritura de tinta y caña le daba un aire casi sagrado, lástima que estuviera en cantones, o lástima que yo no lo entienda. “¿No sabes cantonés?” “¡Oh! No, lo siento”.
   Después de invitarle a una cerveza y terminar mi comida me he ido de allí. Mientras unos me decían adiós con las manos otros miraban al cielo temiendo por mi futuro inmediato, pero no ha empezado a llover hasta que he llegado a una carretera de asfalto y he tenido un regreso sin percances.
   Aun no puedo para de sonreír.


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