Los indonesios siempre sonríen. Cuando están nerviosos, tristes o preocupados sonríen. Cuando están enfadados o dolidos sonríen, sonríen incluso cuando están contentos, dicen que si la policía los ve serios se los lleva por delante, y lo dicen sonriendo, claro. Aun no se leer sus sonrisas, y si se me ocurre preguntar como están, son capaces de responder que están contentos con el dolor quemándoles por dentro.
Un día, viendo fotos de "España" en nuestro portátil, apareció una imagen de una preciosa dragqueen posando descarada. Cuando nuestro dulce amigo la vio su sonrisa se quedó como congelada. "¿De verdad es un hombre? ¡Pero si es muy guapa!". Preguntó si en nuestro país uno era libre de manifestarse de esa manera, y le explique que si, que incluso dos hombres o dos mujeres pueden casarse legalmente. Su sonrisa se me volvió indescifrable. "Yo tengo algunos amigos así, pero es un secreto. En Indonesia no son libres y se ven obligados a fingir" y sus labios formaron una mueca de dolor sin dejar de sonreír ni por un segundo. Era un joven cultivado, soltero y muy educado que sonreía escondiendo los dientes, aquella noche se le olvidó y su dentadura me mordió por dentro.22 de junio del 2009
Pulau weh, Sumatra, Indonesia
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